Elaboró seis para ver la aceptación que tenía en el mercado y ahora, incluso, se los piden de Japón. Los hace de múltiples tamaños, aunque los más comerciales son los de 14, 17 y 20 centímetros.

Un buen día vio un mortero y se preguntó si sería capaz de hacerlo y, lo más importante, de venderlo. Por aquella época era algo que ya nadie hacía.
Andrés tenía la corazonada de que podía ir bien e hizo media docena de prueba, con el compromiso de que si no los vendía no elaboraría ni uno más. Pero fueron adquiridos de forma instantánea y cada vez le encargaban más y más. «Para mi los morteros han sido una forma de vivir, tenía mi casa, mis hijos y gracias a ellos podía llevar un buen jornal a casa».
Hoy en día los morteros no se elaboran como antes, «antiguamente era mucho más trabajoso», recuerda Andrés. Conforme iba desarrollando la técnica inventaba además sus propias herramientas, para que el trabajo le fuese más sencillo.
Con sus manos ha llegado a hacer morteros de múltiples tamaños, aunque los más comerciales han sido: de 14 centímetros de diámetro, de 17 centímetros y de 20. Una actividad en la que ha empleado mucha maña lo que le ha llevado a tardar una hora en hacer el más pequeño y en los otros algo más de una hora y media.
En un día podía crear doce y los exponía directamente en su taller. Una superficie en la que el polvo blanco entra por todos los recovecos, símbolo de vida en una tierra como Macael. Como a la antigua usanza, Andrés no entiende de publicidad, ni de esas cosas. «A mí mis clientes me llaman de todas partes de España y me piden que les haga morteros». «He enviado a todas partes de España, a Francia y alguno que otro hay en Japón». Aunque la gran mayoría de compradores lo hacen en el taller.
Andrés, ¿cómo se sabe cuando un mortero es bueno?
Lo primero es darle un buen diseño, un dibujo bonito, que tenga cierta gracia, pero lo más importante es hacer un trabajo con alegría y con gusto.
Miro a mí alrededor y veo cientos de ellos, ¿cuántos ha podido hacer en su vida?
Madre mía, no sabría decirte, pero más de 100.000. Trabajamos muchas horas… «Hoy día con nuestras técnicas actuales hemos llegado a fabricar unos 300 a la semana».
En su casa tiene 14 expuestos en una colección de distintos tamaños, que oscilan desde los 50 centímetros hasta los tres.