LA LEYENDA VIVA DE ANDRÉS MURO Y EL RESURGIR DEL MORTERO DE MÁRMOL EN MACAEL.

En el corazón blanco y eterno de Macael, donde la Sierra de los Filabres acaricia el cielo almeriense, late una historia de tesón, ingenio y un profundo amor por su trabajo. Es la leyenda viva de Andrés Muro, un artesano de 81 años cuya pasión incombustible ha insuflado nueva vida a un objeto tan humilde como esencial: el mortero de mármol. Su taller, un santuario de polvo blanco y el eco constante del trabajo bien hecho, sigue siendo el epicentro de una artesanía que él mismo rescató de una práctica ocasional ya extinguida que se remontaba a muchas décadas atrás.

Durante un tiempo extenso en la historia de Macael, la creación de morteros de mármol fue una actividad esporádica y no centralizada. Los canteros y marmolistas, imbuidos de la maestría de trabajar la piedra, tallaban estos utensilios para su uso personal, familiar o como presentes puntuales. Esta habilidad artesanal no constituía una línea de producción formal ni una especialización dedicada, era una expresión secundaria de un oficio principal. No existían talleres o individuos centrados en la fabricación de morteros de mármol.

Fue entonces cuando, tras muchos años de esta práctica artesanal ya extinguida, la visión de Andrés Muro iluminó el panorama. Con la audacia de quien intuye una oportunidad donde otros solo recordaban una actividad eventual del pasado, se preguntó: si nadie se dedica a hacerlos, ¿por qué no intentarlo yo?

Así comenzó una odisea de creatividad y adaptación. Andrés, con sus propias manos expertas, desarrolló herramientas y domesticó tornos antiguos, insuflándoles un nuevo propósito para una producción constante y con una calidad consistente. Durante décadas, su taller se convirtió en el único lugar en Macael donde el preciado mármol blanco se transformaba de manera constante en robustos y funcionales morteros, una verdadera producción especializada y continua. Su dedicación incansable y la calidad superlativa de su trabajo tejieron una red de admiradores que se extendió por toda España.

La magia de sus morteros trascendió los límites de la cocina doméstica para alcanzar la pantalla. La presencia de sus creaciones en los programas de figuras culinarias de la talla de Karlos Arguiñano elevó su fama a cotas insospechadas. El mortero de Macael, ahora firmemente asociado a la maestría de Andrés Muro, se convirtió en un objeto de deseo, apreciado por su belleza intrínseca y su funcionalidad inigualable.

Sin embargo, el camino del éxito a menudo está empedrado de desafíos. La generosidad de Andrés al compartir su conocimiento con otro marmolista, enseñándole incluso técnicas para elaborar morteros de mayor tamaño, se tornó en una amarga traición. La copia descarada de sus diseños y medidas, aunque con una calidad de acabado inferior, sembró confusión en el mercado, afectando la laboriosa trayectoria de Andrés.

Hoy, a pesar de la aparición de otros talleres que intentan emular su arte, a menudo con resultados que palidecen en comparación, la impronta de Andrés Muro sigue siendo imborrable. A sus 81 años, continúa trabajando junto a su hijo, transmitiendo la sabiduría de una vida dedicada al mármol. Cada golpe, cada pulido, lleva consigo la experiencia de más de medio siglo perfeccionando una técnica, un diseño, un alma.

Los morteros de Andrés Muro no son meros utensilios, son pedazos de la historia de Macael, han dejado una huella imborrable. La leyenda viva de Andrés Muro.

En la actualidad Artesanía Muro es el principal fabricante de morteros de mármol en todo el Mundo, siendo una referencia para todos ellos a nivel mundial, con una capacidad de producción de más de 300 unidades semanales.